30 septiembre, 2014

Tiempo


Un corazón lleno de nombres.

La memoria no ha de ser una losa que nos llene de tristezas o nos ancle en el pasado. 
Es parte (sólo parte) de quien soy hoy.

Es comprensible acarrear un poco de nostalgia, si nos recuerda que en nuestra vida ha habido algo bueno, pero no, si nos lleva a sumirnos en llanto por lo que ya no está.

El pasado está ahí para hacerme fuerte, no inútil. Para hacerme libre, no esclavo. 
Para darme vida en los momentos de fatiga. Para mostrarme un horizonte que se abre siempre hacia el futuro. Para recordarme que los caminos no se detienen, no todavía. 
Que los caminos se entrecruzan, se separan, serpentean, y me descubren siempre nuevas sorpresas, nuevos caminantes, obstáculos y recodos, lugares confortables donde descansar, que hay jornadas de cansancio y otras de reposo, que hay tormentas y luego sol.

Y allá sigo, caminando, con mi equipaje ligero pero valioso, con tantos nombres que se siguen uniendo al mío.

«Al final del camino me dirán: -¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres» 

(Pedro Casaldáliga)



Conserva lo que tienes, Olvida lo que te duele, lucha por lo que quieres, Valora lo que posees... 

Perdona a los que te hieren y disfruta a los que te aman. Nos pasamos la vida esperando que pase algo... Y lo único que pasa es la vida, no entendemos el valor de los momentos, hasta que se han convertido en recuerdos.


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