29 enero, 2015
Colores própios
Desde muy pequeña aprendí que las palabras tenían colores propios, y que las personas, a fuerza de repetirlas se iban pareciendo a ellas.
Había quienes eran rojos como sus furiosos improperios y parecían estar siempre encendidos por una vigorosa llama;
personas negras que sólo hablaban de las tragedias propias y las ajenas, quienes poco a poco se volvían tan oscuros como sus conversaciones;
mujeres de un rosa plástico y chillón como sus pensamientos;
los artistas y los niños pequeños eran una explosión de arcoiris multicolor;
Científicos púlcramente blancos como la verdad que se empeñaban en buscar;
poetas verdes por la vida que nacía de sus palabras;
los más tristes eran los dueños de un vocabulario gris, tan monótono y banal que no alcanzaba ni siquiera para pintarles el alma
Alexandra C.
(Echar el alma por la ventana)
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